Personajes que aparecen en las comunidades de Pujilí y Saquisilí y otras de la provincia de Cotopaxi, principalmente en las festividades de Corpus Cristi y de los Santos Reyes, sincretizadas con las antiguas celebraciones del solsticio y del Inti Raymi o Fiesta Sagrada del Sol.

El Danzante, es el heredero del Tushug-Cayapa, sacerdote hacedor de la lluvia, señor de la tierra, quien antiguamente portaba en su rica vestimenta, los símbolos sagrados de la fecundidad, del sol y la luna, los que a consecuencia de la indiscriminada explotación al indígena poco a poco han ido cambiando, primero por monedas de oro y plata y en la actualidad, por espejos, imágenes religiosas, representaciones zoomorfas de barro y plástico, así como vistosos adornos de pedrería falsa.

El baile de los danzantes, en esquinas y compás de 2 x 4 es conducido por el prioste mayor o“alcalde” escogido desde hace un año, en derroche de expresión ritual; de allí sus movimientos rítmicos y solemnes. La máscara, el cascabel y la cinta multicolor, complementan el ceremonioso significado de la danza.

Chigualos manabitas.- Costumbre derivada de los juegos de salón como “la pájara pinta”, “la casita de amor”, “el florón”, “la flor de maravilla” y de manera particular “el sombrerito” Los chigualos, suerte de arrullos y villancicos que se cantan en velorios de angelito o en las celebraciones del niño Jesús en las comunidades campesinas de Manabí y Esmeraldas. 

Procesión, navidad, coplas profanas, capillos y festejo infantil, preceden al “baile de la iguana” y culminarán con una costumbre adulta de exquisito sabor montubio, el baile de la “Mariposa y el Colorao”, expresión viva de amor, ilusión y desengaño.

Enclavada en el valle del Chota, alegre y bullanguera, se asienta la cultura afroecuatoriana de la serrana provincia imbabureña, cuna de la Banda Mocha y ésta a su vez madre de la bomba, ritmo caliente y contagiante; tierra de los ovos en su punto y del baile diestro de la botella, hoy presentada con delicado toque de respetuosa caricatura.

 
 

Alegre tradición de los pueblos que conforman el litoral ecuatoriano.

El asentamiento de los ejércitos reales en tiempos de la Grancolombia y la época de oro de exportación de productos nacionales en la naciente república, dieron paso a la mixturación de costumbres sociales, ritmos y expresiones euroecuatorianas.

La siega del arroz, café, cacao, el mercado y rodeo montubios y el alegre baile machetero al calor del picaresco amorfino, aún es característica de la gente de nuestra zona tropical.

Nacido, cuidado, preparado y tejido en Montecristi, provincia de Manabí, el sombrero de paja toquilla, para satisfacción de los ecuatorianos, fue declarado por la UNESCO “Patrimonio inmaterial de la humanidad”.

La finura de su tejido, su versátil elegancia y la delicada textura de su acabado, ha asombrado a reyes y presidentes que lo han usado personalmente, considerándolo como un artículo de distinción y clase.

El sombrero de paja toquilla, orgullosamente es ecuatoriano, hábiles tejedores de Manabí y Azuay lo procesan y se comercializa alrededor del mundo entero.

Pero este sombrero, también tiene una historia de interrelación personal que arraiga nuestra identidad ecuatoriana. El poeta guayaquileño, Paco del Castillo, probablemente enamorado de una tejedora de sombreros, escribió un poema; el músico manabita Filemón Macías lo musicalizó en ritmo de pasillo costeño, los Reales lo cantaron y el Ballet de Ecuador de Luis Beltrán lo coreografío y baila con maestría este… ROMANCE A UNA TEJEDORA MANABITA.

Amazonía, jungla misteriosa y profunda, cálida y generosa; de míticos secretos y un delicado equilibrio de la naturaleza, Bailes como del Japa, Jempe y los alegres cantos Tzukanka apa nuya uchi y séécha nuwa, ensalzan al venado, al tucán, al hombre y la selva, al pájaro azul o colibrí convertido en hermosa mujer a la que hay que enamorar con las mejores galas.

Las distintas corrientes evangelizadoras llegadas a territorios de Amerindia durante la ocupación europea a título de conquista, y la cultura de adorar a muchas deidades en nuestros aborígenes, fue produciendo sincretizaciones religiosas en los pueblos sometidos, que poco a poco se han ido arraigando en la gente como una suerte de devo ción, plegaria y agradecimiento. De allí la enorme multiplicidad de fiestas religiosas que hoy en día predominan en nuestro territorio, Fiesta de Santos Reyes, de Corpus Cristi, Cuaresma, Semana Santa, Navidad, etc, que los devotos con respeto y solemnidad celebran, inclusive con representaciones paganas y ofrendas que buscan la gracia divina a su esfuerzo.

La Romería, es una de estas demostraciones de fe y devoción, que año a año se aprecia en el mestizaje de nuestro medio. Terminada la misa de ofrendas, no faltará la banda de pueblo, los fuegos pirotécnicos, los priostes y los disfrazados para expresar el gozo espiritual de la fiesta.

Danza ceremonial, rito mágico de intrínseca relación de sangre, tierra, lluvia y sol. El Coraza personaje de la comunidad de San Rafael, provincia de Imbabura, ricamente ataviado y actualmente visto en las festividades de San Luis Obispo en el mes de agosto, simboliza el espíritu de la divinidad agraria que debe ser revitalizada a través de la ofrenda sagrada. Ñaupadores, Capitanías, Ñustas, Loas y Yumbos al ritmo de pingullos, rondadores, flautas y tambores, acompañarán a la celebración de este maravilloso auto folklórico, que por su propia magitud espiritual se pretendió desaparecerlo por prohibición religiosa. Los Pendoneros, rubricarán el testimonio de la ceremonia.

Los orígenes de esta festividad datan desde los primeros asentamientos humanos en Cochasquí y Puntyatzil, centros de primordial importancia en el desarrollo de la cultura Quitu-Cara, conjunción espiritual de la relación del hombre con la naturaleza.

Llegaron los Sanjuanes, San Pedro y San Pablo y sus octavas en las comunidades de Mojanda, Cayambe, hasta Cotacachi y la tierra del Caranqui de las provincias de Pichincha e Imbabura. Bombos, churos y cachos convocan a las parcialidades de la zona a la “toma de la plaza” , “entrega de ramas” y “arranque del gallo”.

Es junio, mes del solsticio, las cosechas relucen y los Aya Humas, Aruchicos, Chinucas y Guangudas; Payasos, Guasicamas y Carishinas, en aguerridas expresiones de taquido, acuden en tropel al festejo de la Pacha Mama, la madre tierra.

La colonia en nuestra historia, no solo fue un proceso de imposición, explotación y conflictos, el sorprendente dominio de las bellas artes, la incursión en las ciencias, la creación de nuevos ritmos musicales y la fusión de razas y costumbres sociales, también dejaron su huella positiva posibilitando un mestizaje labrado de romanticismo y galanteo que hasta ahora es parte de la vida diaria de costeños y serranos.

Vengan pues los bailes de salón para lucir las mejores galas y los más refinados atuendos que armonicen con la elegancia y destreza de los nuevos pasos.

Pasillos, pasacalles, albazos y cachullapi, entre otros, se vestirán de seda parareafirmar nuestro acervo cultural; las serenatas y retretas al compás de guitarras, acordeones y bandas populares, también se lucirán con afinadas voces y cantarán al amor, a la patria y a la vida.

Nuestro ballet no solo ha centrado su atención en la creación de coreografías que hablan del folklore nacional y latinoamericano como parte de nuestro repertorio, también incursionamos en la danza contemporánea con destacados bailarines formados para ello; así, los ritmos extranjeros o nacionales que se interpretan con maestría de conservatorio, son recreados magistralmente en el escenario por hábiles bailarines académicos que han sido merecedores de los mejores aplausos y elogiosos comentarios.

Pasillos, yaravíes, albazos, aire típicos, pasacalles, capishcas o cualquier otro ritmo nacional o internacional interpretado con calidad excepcional también se visten de gala para ser coreografiados con la técnica y vestuario de la danza contemporánea, por 1, 2, 3, 4 o máximo 5 parejas, dependiendo de la necesidad del espectáculo. Esta propuesta puede ser puesta en escena en una, dos , tres o más piezas musicales.

Otros Bailes Latinoamericanos

Colombia, país cafetero y hospitalario, de la cumbia y el mapalé, de variado y rico folklore festivo, donde se destacan varias culturas: la Mestiza, como resultado de la fusión hispano-aborigen; la Mulata localizada en las costas atlántica y pacífica, así como en los valles interandinos y de clima tropical; Mestiza e Indígena, localizada en los llanos orientales; y, la cultura Indígena propiamente dicha cuyo entorno es la amazonía colombiana.

De los llanos orientales, de Tolima y el Huila apreciaremos los bailes llaneros del JOROPO SANJUANERO, la GUANEÑA del Departamento de Nariño al sur con la frontera ecuatoriana, la sabrosa y contagiante CUMBIA originaria de las costas del Caribe y el frenético baile del MAPALE, erótico ritmo negro de los pescadores de la costa atlántica y las riberas del Magdalena.

Siendo un país andino y de culturas milenarias, Perú destaca su identidad festiva en la diversidad de sus costumbres y manifestaciones populares que superan las tres mil, si contamos entre las regiones andina costera y selvática, incluidas las afroperuanas.

Su gente, sus paisajes y sus bailes apoyados de un rico pentagrama musical que supera los 1.500 géneros musicales y gran variedad de instrumentos nativos y modernos, hacen de Perú un país fascinante y hospitalario.

Del rico y variado folklore peruano, hemos tomado a La MARINERA NORTEÑA cuyo origen sería la “moza mala” o “zamacueca”, baile de habilidad para desplazarse en el escenario y enamorar a su pareja; al VALS CRIOLLO, ritmo mestizo que identifica al folklore criollo peruano, los ritmos negros y cadenciosos bailados con mucha destreza y fuerza escénica como el LANDÓ y el HUAYNO de origen precolombino, de ejecución alegre y eminentemente andina, para rendir tributo a su pueblo y tradiciones.

Venezuela se distingue por ser un país de ricas tradiciones; sus manifestaciones culturales se expresan de acuerdo a sus distintas regiones, cada una de ellas cuenta con sus propios bailes, su música, sus costumbres y su gastronomía, derivados de raíces prehispánicas, hispánicas y africanas, amalgamadas desde la colonia y convertidas en una rica transculturación mestiza.

Varios son los ritmos que Venezuela disfruta en su acervo musical, entre tambores, sangueos, fulías, parrandas y Calipso, sin embargo es EL JOROPO que desde mediados del siglo XVIII Venezuela lo canta y lo baila como ritmo de identidad nacional.

Dependiendo de sus regiones, instrumentación musical, figuras o movimientos coreográficos se distinguen entre el joropo llanero, central o tuyero y el joropo oriental.

Basta una pareja de baile, un arpa, un cuatro y un par de maracas para dar rienda suelta a los hábiles movimientos y figuras de “valsiao”, “escobillao” y “zapatiao”, propios de este sincopado ritmo que Venezuela comparte con los llanos colombianos.

Aquí, nuestro homenaje a la tierra de Bolívar, a sus llanos, a sus cantos, sus culturas y su gente.

Como justo homenaje a la pluriculturalidad de los pueblos andinos y sin otro afán que el de reintegrar los estrechos lazos de hermandad que nos identifica como uno solo dentro de la cosmovisión andina; de la hermana república de Bolivia y en afán de integrar las culturas andinas, hemos recreado en un colage coreográfico, la Saya de los Yungas, el Tinku de la cultura Aymara, la Chacarera de los campos y una tonada chapaca, que identifica en parte la rica cultura de un pueblo alegre, que por su folklore se lo reconoce como Patrimonio Oral Intangible.